Daniel Viglietti

foto aldo novick
foto aldo novick

Lunes 30 de octubre, sentado de espaldas al televisor y frente al ventanal observo el paisaje de la tarde abriendo la noche. Suena el teléfono, justo a la hora de las noticias la voz de Gilda -esposa de Manuel Capella- me cuenta que la había llamado Ricardo Comba para comunicarle que Daniel Viglietti había fallecido hacía un par de horas. Inmediatamente llamé a Mauricio Ubal, quien me confirmó que, luego de sufrir una aneurisma el domingo, había sido internado. La noticia sorprendió a todos; hacía un par de semanas había actuado en un festival en el Departamento de Maldonado, estaba preparando un nuevo disco y continuaba con su programa de radio. No habían acordes anormales como para predecir lo ocurrido, salvo el desgaste lógico de sus 78 años, junto a su inseparable guitarra. Me quedé inmóvil atrapado por los juegos de la mente, en ese momento de procesar palabras, de cerrar tímpanos y ojos, se me cruzó Lennon con el Devenir de Viglietti. En un instante el tiempo se alarga, se dilata, transcurre por distintas tierras, sonidos, viviendo tiempos de guerra, en tiempos sin sol, de cambios, de búsquedas sin respuestas, mientras las agujas de un reloj se anochecen.

aldo novick

...esta noche sin horas partirá
porque el tiempo no existe en mi cantar
y la muerte no sabe mi reloj
su guadaña no puede con mi amor

yo descubrí que las estrellas
no son culpables no son ellas
las que inventaron los segundos
y los minutos de este mundo
yo descubrí que no son ellas
no son culpables las estrellas
no

 

foto aldo novick, 1988

Daniel Viglietti saliendo con su guitarra del rancho de Santa Maciel, madre del Chueco Maciel, para realizar un recital el 27 de agosto de 1988, con el objetivo de recaudar fondos para la construcción de una guardería en el Cantegril de Timbúes, barrio donde vivió el Chueco Maciel.

En una de su canciones, Daniel expresa “presiento que el tiempo, tan ágil, tan lento, aprende en la duna a esperar”. El vals de la duna, como otras obras registradas en sus discos, fotografía a un artista Esdrújulo, un hombre que hoy se levanta en el nombre de muchas Anaclara, Martina, Trilce, en el Canto Libre que la Canción Nombra. En una bufanda rojinegra por la espalda, minifalda... Bellas Artes, una fábrica, un cantegril, en la caña de azúcar que no endulza el cañaveral, en Los que Iban Cantando, en gurisitos, en el paso dolido del Chueco Maciel, en las Canciones del Hombre Nuevo Daniel Viglietti seguirá rompiendo la vida, los mapas, andará lejos, pero cerca.

foto aldo novick, 1992


A fines de la década del '60 lo pude ver cantar por primera vez en la Plazoleta Villa Muñoz, en el Barrio Reus. El escenario era una chata, la parte trasera de un camión sin barandas; recuerdo haber esperado sentado en el cordón de la vereda aquella actuación bajo un cielo de estrellas. Motivado por aquel momento, compré el primer disco simple de vinilo con dos canciones: Me gustan los estudiantes y A desalambrar. Desde aquel día y hasta muchos años después su rostro seguía siendo el mismo; para mí, no envejecía, seguía siendo el mismo joven de aquellos años, el mismo arriba y debajo del escenario. Pasada la dictadura y amaneciendo la década del '90, un día recibí el llamado de Mauricio Ubal; nos juntamos y me preguntó si me interesaba trabajar con Viglietti. Quedé mudo por un instante. El primer encuentro con Daniel fue en un bar del centro de Montevideo. Acordamos trabajar juntos para la realización de un concierto, y me expresó: “hacemos uno y vemos”. Fueron varios los años compartidos.

 

Ensayo junto a daniel Carlos Da silveira y Pablo Somma, foto aldo novick


Ensayos en la casa de Mariana Ingold y Osvaldo Fattoruso, con Pablo Somma, Gustavo Etchenique, Carlos da Silveira y, por supuesto, el trabajo con Mario Benedetti en varias ocasiones. La mayoría de los conciertos lo realizaba Daniel, solo con su guitarra. Viajamos los dos para realizar actuaciones en el interior del país. Esos viajes en auto de varias horas, hoteles, desayunos o almuerzos compartidos eran el motivo ineludible para hablar largo y tendido, anécdotas, historias de vida que iban brotando y que difícilmente aparecen en reportajes y que son parte de la vida de uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo.

Una vez, camino a Treinta y Tres, al pasar por Minas, me pidió desviarme unas cuadras para mostrarme la escuela, la casa de su infancia, los recuerdos con su padre... Era el relato preciso de un verdadero locutor, de un narrador. Otro día, la escuela sobre la calle Ariel, en Sayago, antes de las vías del ferrocarril, donde había concurrido, fue motivo para registrar imágenes para realizar un video clip, y compartir en la casa de viejos conocidos un refresco, acompañado de recuerdos. Al despedirnos y subir al auto, nos comenta: “ellos no son izquierda, pero son buena gente, trabajadores”. En uno de los recorridos por el interior, en el teatro de la ciudad de Mercedes, Soriano, un espectador sentado al fondo de la sala, al finalizar un tema gritó algo en forma provocativa. La respuesta de Daniel, mientras afinaba su guitarra para comenzar otra canción, fue espontánea, serena y con el contenido justo para que el sujeto se fuera de la sala.

 C.da Silveira, G.Etchenique, M.Ingold, D.Viglietti, O.Fattoruso, P.Somma, foto aldo novick, 1992


En los primeros trabajos planificamos notas en distintos medios de prensa, y la posibilidad de ingresar en algunos medios en los que Viglietti no tenía las puertas abiertas. Uno de los intentos fue con el programa de Omar Gutiérrez en el Canal 4 de Montevideo. Al hablar con Omar le planteamos acordar los términos de la entrevista y de las canciones a cantar. La respuesta de Omar fue: “Yo no le voy a decir a Daniel qué debe cantar; que cante lo que quiera”. Daniel le comentó: “La última vez que canté en televisión fue en Canal 5, antes del golpe de Estado, y mientras cantaba un tema se cortó la transmisión, habían bajado la llave de la luz. Me gustaría terminar ése tema.” Fue así como Viglietti cantó en vivo A desalambrar, en el estudio de Canal 4.

Nos reuníamos café o cortado mediante en una cafetería de Colonia y Andes. Allí, un día me planteó que tenía una serie de actuaciones, en las cuales no cobraría. Eran actividades solidarias y quería saber en esos casos qué pensábamos nosotros y cómo planteárselo a los músicos. La respuesta nuestra y la de los músicos fue: si vos no cobrás, nosotros tampoco. En otra oportunidad planificamos dos conciertos en el teatro El Galpón con casi un año de anticipación. Próximo a la fecha, Familiares de Desaparecidos le solicitó a Viglietti poder participar auspiciando el concierto para contar con difusión en la campaña publicitaria en medios de prensa, que incluía una pauta en la televisión privada. Teníamos un rubro destinado a dichos gastos que salía de los ingresos por concepto de venta de entradas. Al comenzar la publicidad, Daniel me llama para juntarnos en la cafetería y me pregunta por los gastos de producción y posible ganancia por dichos conciertos. Y me plantea: “¿Qué te parece si gastamos todo el dinero recaudado en más publicidad? Estando Familiares no podemos tomarlo como el trabajo pensado en un primer momento.” Se sacaron los gastos de producción, y toda la recaudación se invirtió en publicidad, ofreciendo un mayor retorno publicitario a Familiares.

 foto aldo novick


Hoy mi asma busca oxígeno, intentando situar la brújula para encontrar su lugar, y con armónicos escuchar su ritmo cíclico del vals esdrújulo, es cual la sístole que va a la diástole... Con la mirada perdida sobre mi escritorio se me nublan tapas de discos, fotos, una copa de Havana Club. Una postal de Léo Ferré que me regaló Daniel es el marcador de páginas de un libro de Benedetti, en el cual Mario expresa: “Yo quiero romper la vida / como cambiarla quisiera. Estos dos versos de una de las mejores y más difundidas canciones de Daniel Viglietti podrían simbolizar el signo y la intención de su arte.”

En noviembre de 2003 Mauricio Ubal escribió en el librillo del disco Seis impresiones para canto y guitarra: Es emocionante sentir ya en estas viejas grabaciones las señas y mañas de uno de los más grandes músicos populares del Uruguay. El timbre profundo, la guitarra impecable, la inquietud y la búsqueda permanente de caminos musicales nuevos, el tono severo y tierno, el compromiso con el hombre, el compromiso con el rigor estético, la musicalidad, la música, la belleza.

¿Quién dijo artista?
Yo soy un hombre apenas
que ataca el miedo
en su garganta...

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